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lunes, 6 de octubre de 2008

ACERCA DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA

Las diversas contradicciones que se generan acerca del aprendizaje versus enseñanza, constituyen uno de los tópicos más importantes que actualmente continúan planteándose en el campo educativo.
Para algunas teorías, el aprendizaje está supeditado a la enseñanza en virtud de que el niño es considerado como un ser pasivo, que sólo responde frente a estímulos organizados desde afuera, los cuales van a dirigir las conductas hacia una sola respuesta. Para otras, es la enseñanza quien debe sumirse en el aprendizaje, pues parten de que un niño es pensante, activo, creador, con necesidades distintas a las de los demás y capaz de construir hipótesis a partir de su experiencia de vida e interacción con el medio.
En el primer caso, el niño es considerado un individuo receptor de conocimientos elaborados por otros; en el segundo, el niño es concebido como un individuo constructor de conocimientos.
Ahora bien, lo que pudiera parecer simple una discusión teórica, adquiere características muy especiales al analizar cómo se revierte esta realidad en la problemática planteada por el aprendizaje de la lectura y la escritura.
En efecto, las estadísticas tanto nacionales como internacionales nos muestran un alto índice de fracasos en este aprendizaje; fallas que multiplican a su vez repitencia y deserción escolar en los diferentes niveles de la educación formal venezolana y como consecuencia se presenta el analfabetismo funcional. Particularmente, pienso que la lengua escrita se ha venido utilizando como una herramienta para castigar a los niños mas que como un valor social, es decir, “se sanciona” con una copia, con las famosas “planas”, se practica el dictado (actividades prohibidas por los nuevos paradigmas), entre otros, pero además se les exige a los niños y niñas que deben escribir correctamente.
Yo me pregunto ¿dónde queda la importancia del proceso de enseñanza/aprendizaje? ¿Y la mística y el compromiso del facilitador? ¿ Y el constructivismo del cual tanto se habla en estos tiempos?.
En este sentido, es importante hacer énfasis en que investigadores y teóricos de nuestro país y del mundo entero coinciden en señalar que los métodos que se han venido utilizando para facilitar la lectura y la escritura, aunado a la didáctica de algunos docentes, son los que han originado el fracaso de los modelos de aprendizaje.
De igual manera, los modelos didácticos implementados han fallado porque no responden a la concepción que actualmente se tiene de la lengua escrita, así como del proceso por el cual atraviesa el individuo para adquirirla; donde se asume que más que una habilidad académica es un elemento esencial de comunicación y un valor social, que le permite al individuo integrarse con mayor efectividad en una sociedad letrada como la nuestra y en la cual necesitamos cada vez más expresarnos a través de la escritura.
Es entonces el momento propicio para que los educadores asumamos el compromiso ineludible de elaborar una propuesta metodológica renovadora, con una didáctica distinta a la tradicional, que por fundamentarse en la formación de lectores eficientes y escritores autónomos, constituya un aporte trascendente para el realce de la nueva concepción de la enseñanza/aprendizaje de la lectura y la escritura del sistema educativo venezolano.
Creo que lo primordial es respectar el proceso de aprendizaje de cada individuo, verdaderamente facilitar la adquisición de nuevos conocimientos, y permitir que los niños y niñas vivan la grata experiencia de aprender a leer y escribir bajo la premisa de que la lengua es un instrumento de uso social.
Glenys Pérez

PROMOVER LECTURA EN LA UNIVERSIDAD

Al reflexionar acerca de la lectura en la experiencia venezolana, no se puede dejar de reconocer que en torno a ella existe de manera implícita una problemática, en la que se conjugan múltiples factores y matices que van desde los métodos de enseñanza de la lectoescritura, pasando por los diversos elementos que condicionan la actividad de la industria editorial, hasta llegar al analfabetismo funcional y a aspectos políticos, sociales, económicos e incluso ideológicos y culturales.
Sin embargo, cualquiera que sea el enfoque a través del cual se aborde el análisis de esta debilidad, se llega inevitablemente a la misma conclusión: somos un país pobre en lectores activos y la lectura sigue siendo privativa de un sector minoritario de nuestra población. La referencia no se hace a la alfabetización, sino que esta valiosa labor es una primera etapa del proceso de formación integral del individuo que debe continuarse con programas de fomento de la lectura en el ámbito de la educación, tanto formal como no formal, teniendo como punto de partida el placer por leer.
Como consecuencia de lo anterior, la mayoría de los estudiantes que ingresan en las universidades venezolanas se acercan a los libros sólo por compromiso académico, es decir, se hace uso de la lectura como una obligatoriedad del estudiante, estando éste consciente de que es una herramienta necesaria para poder aprobar las asignaturas, mas no como una manera de adquirir conocimientos y vivenciar placer.
Es necesario que los jóvenes disfruten leyendo cuentos, poemas, novelas y todo lo que esté relacionado con la imaginación, la fantasía y la experiencia interior. Acercarse a una literatura que les ayude a ampliar su experiencia y conocimiento de la vida, que les permita descubrirse a sí mismo, que les brinde la posibilidad de usar su lengua con mayor facilidad y enriquecer su escritura, permitirá que aumenten su imaginación y gocen leyendo textos que les sean afines a sus gustos y necesidades.
En Venezuela se han invertido grandes cantidades de dinero tratando de implantar métodos y técnicas de enseñanza/aprendizaje relacionados con la lectura. Sin embargo, gradualmente se ha ido adquiriendo la conciencia de que la lectura, más que la posibilidad de descifrar símbolos, es un esfuerzo que depende de numerosos factores personales, ambientales y que es un proceso que si se desea dé frutos, debe estimularse con cariño, constancia y durante mucho tiempo.
Domech, Rogero y Delgado (1994:45), señalan que:
Promover lectura significa entregar al pueblo el poder de la palabra. Acompañarlo en la experiencia de reconocer el valor de la lengua escrita como una acción social liberadora, capaz de transformar las perspectivas del pensamiento, la valoración y la construcción de nuevas maneras de abordar la realidad.

Leer, entonces, es recrear sentimientos, deseos, imágenes y pensamientos que se sintieron, se vieron, se imaginaron o se supieron un día distinto, en otro tiempo. Por la magia de la lectura se pueden comprender ideas, imaginar espacios, viajar en el tiempo, crear historias, entre otros.
Y es que, el gran lector, es finalmente, una persona con hambre, con fuerza y energía y -sobre todas las cosas- con fe y con esperanza.
En este sentido, el desarrollo social y económico que alcance un país, ofrecerá un futuro más alentador si la mayoría de la población está dispuesta a incluir en su vida, la lectura como una cotidianidad que induzca al desarrollo de una sociedad que lea.
Para lograr una población más informada, que pueda discurrir y formular juicios racionales, uno de los medios más eficaces es la lectura, ya que siendo este un proceso racional y teniendo una formación intelectual, puede sentar las bases para plantear análisis críticos y opiniones lógicas, es por ello que a través de la promoción y animación de la lectura son muchos los beneficios que el individuo puede adquirir.
Monserrat (1998) describe la animación a la lectura como un acto consciente realizado para producir un acercamiento afectivo e intelectual a un libro concreto, de forma que este contacto produzca una estimación genérica hacia los libros.
Pero, no es posible estimular a la lectura, cautivar nuevos lectores si no hay convencimiento y conciencia de la importancia de leer. La lectura se debe vivir como un acto permanente de enamoramiento entre el conocimiento y la información, si no se practica el placer de la convivencia con la lectura, no se logrará promoverla, ni ampliar el número de lectores.
Glenys Pérez

LECTURA, ESCRITURA E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS

La lectura y la escritura son actividades interdependientes, prácticas complementarias y recíprocas, escribir es expresar con especial rigor y cuidado el arte de la lectura. Sin embargo, para escribir con efectividad es muy importante el nivel de experiencia lectural del sujeto, lo que implica haber leído antes en una proporción significativa, haber interpretado diversos textos y encontrado en éstos los argumentos suficientes para ser considerados en el momento de iniciar el proceso de escritura. Los textos son leídos e interpretados dependiendo de la disposición anímica del individuo, la edad, las áreas de interés, la interacción con su medio y las lecturas previas.
Ser lector se puede convertir en una práctica gratificante siempre y cuando se realice de manera libre y los propósitos que se persiguen estén claros, entre algunos, se pueden nombrar los siguientes: se lee para comprender el mundo, para comprenderse a sí mismo o simplemente para vanagloriarse de ser un gran erudito; de cualquier forma, todas las opciones son válidas cuando el lector obtiene lo que se propone.
La lectura es de por sí una actividad placentera cuando se ha convertido en un acto casi natural pero no siempre llega a ser una experiencia. A veces no pasa de ser una actividad más, por ejemplo, cuando se le convierte en una tarea, en un ejercicio de clase o en un pretexto más para hacer un “taller de promoción”. Para que la lectura resulte ser una experiencia, "hay que dejarse afectar, perturbar, trastornar por un texto del que uno todavía no puede dar cuenta, pero que ya lo conmueve. Hay que ser capaz de habitar largamente en él, antes de poder hablar de él”.
La escritura, en cambio, es un proceso mucho más complicado ya que en éste entran en juego desde el uso de mínimas normas de redacción y conocimiento de la lengua, hasta complejos procesos de abstracción y transmisión de información. La escritura en gran parte es formalidad, a través de ésta se le presenta el mundo al lector de manera ordenada y clara, no de forma “débil o informal” como se representa en nuestra mente o a través de la oralidad en situaciones cotidianas de socialización.
Todo texto es una linealidad de signos que puede ser explicada a través de la observación y el análisis de su estructura interna, es un material homogéneo susceptible de ser observado desde sus elementos más mínimos -los fonemas- hasta la concepción del texto como una extensa frase (si se tratara de una novela, por ejemplo) que expresa una intención, como un discurso.
El lector se puede conformar con mostrar la estructura sobre la que se sustenta el texto, tratarlo como un objeto sin mundo y sin autor, sin contexto, dar cuenta del conocimiento de éste a partir del análisis de sus relaciones internas, de su estructura formal. También se puede emprender el camino hacia una lectura de nivel más complejo, vital y enriquecedor, se trata del paso de la observación y la comprensión al paso de la interpretación.
Para comprender un texto no es suficiente con explicar su funcionamiento y las particularidades que lo caracterizan a nivel microestructural (tiempos verbales, pronombres, cohesión lexical, etc.); tampoco es pertinente interpretar los textos sólo en relación con los gustos, percepciones o preferencias actuales del lector, es decir, desde perspectivas plenamente subjetivas; lo ideal, cuando de acceder a textos escritos se trata, es concebir la comprensión y la interpretación como dos aspectos complementarios y recíprocos. Es inadecuado concebir la comprensión como una práctica del dominio de las ciencias naturales y la interpretación como el objetivo de las "ciencias del espíritu", la comprensión como un ejercicio objetivo y desapasionado y la interpretación como un proceso subjetivo y dominado por instancias psicológicas. Lo que el lector debe lograr es la fusión de la interpretación del texto con la interpretación de sí mismo.
El escrito (a diferencia de la narración o el diálogo oral) conserva el discurso y hace de él un archivo disponible para la memoria individual y colectiva, que permite al lector apropiarse de la escritura con el propósito de realizar nuevas interpretaciones de los textos y de sí mismo. A lo largo del proceso de interpretación, que se empieza a prefigurar a partir de la comprensión, la intertextualidad ocupa un lugar central: si la lectura es posible, es porque el texto no está cerrado en sí mismo, sino abierto a otra cosa; leer es, sobre todo, encadenar un discurso nuevo al discurso del texto, relacionar experiencias anteriores de lectura y de vida y actualizar o activar la lectura de nuevos textos o de textos ya leídos a partir de perspectivas nuevas; la capacidad de reactualización de los textos es lo que garantiza su carácter abierto.


Glenys Pérez

EL ENSAYO

El Diccionario de la Lengua Española, define la palabra ensayo como “Acción y efecto de ensayar. Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito. Género literario al que pertenece este tipo de escrito. Operación por la cual se averigua el metal o metales que contiene la mena, y la proporción en que cada uno está con el peso de ella”.
Sin embargo, el verdadero ensayista no cumple con lo anterior, pues no escribe para probar, tampoco lo hace para no terminar y volver a comenzar, sino que por el contrario, produce textos con firmeza, comienza y termina sin pensar si sirve o no lo escrito, el laboratorio es su experiencia de vida y lecturas, además de su propia individualidad.

Actualmente, existen diversas posiciones en cuanto a si el ensayo es por esencia literario o no, ahora bien, ante esta dicotomía lo que sí se puede afirmar es que su campo de acción es extraordinariamente amplio, pues, posee características muy particulares dentro de su composición que permiten brindar al escritor fisonomía propia, es decir, sus ideas pueden ser abordadas desde lo estético hasta lo propiamente didáctico y pueden ser organizadas desde la exquisita sensibilidad del autor hasta la conjugación de elementos didácticos-científicos.

Asimismo, ante la búsqueda de concretar con exactitud una definición del ensayo, se han propuesto algunas afirmaciones:
“El ensayo es un tipo de composición, generalmente breve, en prosa literaria, que expone sin rigor sistemático, pero con honduras, madurez y emotividad peculiares una interpretación personal sobre modalidades libremente seleccionadas de temas científicos, filosóficos o artísticos (Manuel Gayol Fernández).

“Es una composición en prosa; su naturaleza es interpretativa, pero muy flexible en cuanto a métodos y estilo, sus temas variadísimos, los trata el autor desde un punto de vista personal; la extensión aunque varía, permite por lo común que el escrito se lea de una vez; revela, en fin, las modalidades subjetivas del escritor (Medardo Vitier).
“Escrito generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia (Diccionario de la Real Academia).

Parte del compromiso del escritor cuando se dispone a escribir un ensayo, consiste en pensar profundamente en el tema elegido, explorar en su conciencia juicios claros e impresiones que nunca antes había imaginado. A partir de ese proceso reflexivo, acompañado de la investigación, el autor debe estar en la posibilidad de expresar sus propias ideas, estructuradas en forma ordenada, sin limitarse a ofrecer un resumen del tema. Entonces, un ensayo debe contener el análisis, interpretación o evaluación de cierto tópico.

Entre los elementos que necesariamente deben cumplirse al desarrollar un ensayo, se pueden nombrar los siguientes: Proponer contenido de interés y bien documentado, uso de una argumentación apropiada y bien organizada y correcto empleo del discurso, además del cuidado de la cohesión y coherencia de las ideas, sin dejar de lado a los aspectos formales de la escritura. Quien escribe debe tener presente que lo hace para un lector.

Estructura básica de un ensayo

Realmente no existe un orden esquemático riguroso que deba ser impuesto al escritor para la producción de un ensayo, sin embargo, es importante aliarse con un orden y método, pues, es necesario utilizar un sistema que permita un desarrollo conveniente, tanto para el escritor como para el lector; el escritor para hacer llegar sus ideas y el lector para comprenderlas. De allí, que se deba cuidar la exposición de éstas y que al mismo tiempo permitan al ensayista actuar y mostrarse con libertad y propiedad. Una estructura sencilla puede ser: introducción, exposición y conclusiones.

En la introducción, el ensayista pone de manifiesto el tema desarrollado, su importancia, la orientación y finalidad del trabajo. Es decir, se ilustra al lector todo aquello que permita contextualizarlo con la temática del ensayo.
En la exposición, el escritor se atreve a realizar todo lo relativo a afirmaciones argumentadas y sustentadas, análisis, comparaciones, críticas, apreciaciones. Es la parte donde el autor da a conocer todo el acervo de conocimientos que posee acerca del tema, llevando de la mano al lector a través del pensamiento, conocimientos y originalidad.

En las conclusiones, el autor enuncia sus propias opiniones y particulares reflexiones finales después de realizar ese gran recorrido de análisis y críticas acerca del tema planteado.

En fin, escribir un ensayo requiere de un gran dominio acerca de un tema dar a conocer opiniones y puntos de vista, pero sustentados de manera organizada y formal.



GLENYS PÉREZ

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